En la mañana me consumía la calentura. La radio desinformando y el tren en su rutina rebelde de no seguir horario son condimentos que nadie quiere encontrarse una mañana luego de cuatro días de descanso. A las 8:30 mi libro sufría la presión de mis dedos furiosos y oía en silencio las puteadas en susurro que lanzaba mi boca. Es horrible darte cuenta que odias una situación que instantes más tarde vas a agradecer por el resto de tu vida.
El Sarmiento avanzaba muy lento por su recorrido, mientras los auriculares comenzaban a salirse de las orejas de los pasajeros que anunciaban a sus pares las simples palabras que escucharon en el informativo o en sus programas predilectos. “Hubo un accidente en Once”, decían en voz tranquila y cansada del hábito, tapando los ringtones de los celulares contenedores de mensajes de preocupación. - Viajar por años en el Sarmiento hace que te cubras con un manto de asquerosa frialdad y que la palabra “accidente” sea sólo una palabra más dentro del idioma castellano, una palabra corriente sin nada por qué conmoverse - . Igualmente esperás a frenar en alguna estación para que el altavoz diga de manera oficial lo que estaba pasando, sólo para saber que va a ser de tu vida.
Cada minuto que pasaba era un dato más y un supuesto que se caía. Cada pasajero era un corresponsal de su medio de información y en forma individual se sacaban conjeturas de lo que podía haber pasado en realidad.
“Tren de plataforma número dos lleva con destino Plaza Miserere por accidente en estación Once” decían los altavoces. - Traducción: el tren iba a terminar donde para el subte, ahí abajo -. Con ese anuncio se generó un alivio. Ya sabíamos nuestro destino. Pero en muy pocos segundos, comenzó la preocupación menos egoísta. “Para…¿qué habrá pasado? ¿Cómo está la gente que viajaba en esa formación? Es ahí cuando los corresponsales vuelven a actuar: “Más de doscientos heridos”, “parece que el tren no freno y se llevó puesto el anden”, “son unos hijos de puta”, “hay muertos”…
Es ahí cuando la cosa cambia y te das cuenta que tus preocupaciones eran una gloria para lo que ahora se te pasa por la cabeza: “una hora antes y te tocaba a vos”, “ese es el tren que se toman Papá y Hernán siempre” (gracias al que le dio el trabajo de hoy que hizo que se tenga que llevar cosas y, por ende, ir en el auto), “¿Dios, habrá estado alguno de los chicos?”, “La puta madre ¿quién viaja a esa hora?”. Es ahí cuando te cae la ficha típica de pensar que hubiera pasado si te hubiera tocado a vos. El pensar que hoy, por h o por b, no pudiste saludar a tu hermano, a tu hermana y a tu viejo antes de irte. Que cuando te fuiste tu vieja estaba en el baño y tampoco la pudiste saludar más que con un grito. Que te fuiste pensando que ibas a hacer cuando volvieras del laburo o qué tenias que hacer dentro del laburo. Se te ocurren miles y miles de cosas que no tienen respuesta porque lamentablemente sabés que mañana las vas a hacer de la misma manera, sin recordar esos razonamientos que pasaron por tu cabeza en el momento del shock. Es horrible que sean este tipo de cosas las que nos hagan reaccionar. ¿No se supone que las cosas buenas son las que te tienen que hacer reaccionar? Eso me contaron en Hollywood. Mentira, en las películas también se razona luego de un hecho trágico y no antes. Y es horrible saber que, encima, esos pensamientos, esas proyecciones que uno se hace luego de estos hechos sólo queden en el tiempo.
Ahora que pasa el día, los pasajeros seguimos teniendo esas mismas preguntas, esos mismos cuestionamientos, en cambio en la tv ya sólo quedan números, cifras. Son 49 muertos. 49 familias que se derrumban emocionalmente. Son infinitas lágrimas golpeando el piso de los hospitales. Son cientos de niños preguntando por sus padres. Son millones de pasajeros paralizados por el miedo. Son cientos de personas que no llegaron a sus trabajos. Deciles como quieras, para mi son victimas de este país de negociados donde la guita no se pone donde se tiene que poner y la inseguridad sobre el futuro está en cada paso que damos sobre este suelo.
Dejemos de llamar “accidentes” a los hechos que se pudieron haber evitado. Eso es negligencia, desidia, abandono, estupidez, egoísmo, avaricia, irresponsabilidad y, sobre todas las cosas, corrupción. ¿Tenemos que esperar que ocurran estos hechos para que cambien las cosas? NO, en este país, tenemos que esperar que ocurran estas cosas para que por dos semanas no vuelvan a ocurrir. TERMINEMOS CON ESTO.
gmg
Nota del autor: dedicado a las familias que hoy esperan un por qué y, en forma personal, a aquellas personas que se preocuparon por mi, sabiendo que suelo viajar en ese horario.

Pipa, comparto todo lo que decis en la nota, hoy a pesar de no haber estado viajando en el maldito Sarmiento, se me cruzaron por la cabeza cosas similares a las que vos expresas, porque muchisima gente conocida y allegados se comen todos los dias el viaje en el tren para llegar a sus laburos, a la universidad o simplemente para ir a hacer algun tramite.
ResponderEliminarEsto es negligencia, irresponsabilidad, falta de compromiso.
Esto es forrear a los ciudadanos, es una verguenza, y como bien dijiste, "tenemos que esperar que ocurran estas cosas, para que por dos semanas no vuelvan a ocurrir", Esa frase lo resume todo!
Juli